viernes, 15 de abril de 2016

Un poquito de ficción parte 2.


Si contabilizas tu vida en porcentajes, cinco minutos no son nada. Cinco minutos en los que dejarte ir, tocar, oler, sentir y besar a tu antojo. En una vida, cinco minutos suponen muy poco. Un año son 525 948,766 minutos, una vida de 75 años son 39.446.157,45 minutos, 5 minutos es un 0,0000000126755%. En eso pensaba Tomás la primera vez que habló con Ana. Lo malo es que la vida se contabiliza en momentos y en lo que haces con ellos.

Para Tomás, medir la vida en porcentajes le resulta más lógico, nunca ha entendido por que cinco minutos… o una hora (o dos) pueden hacer tanto daño en su vida, cuando él cuida lo más importante todos los minutos que restan. 

Cuando Tomás conoció a Ana, era verano, finales de un mes de agosto. Ella era algo más que un buen culo, tenía cierta calmada que irradiaba seguridad. Ana va por la vida tranquila y decidida, sobre ella no pesan prejuicios, no juzga y no se achanta. Es digna de admirar. Y sí, tiene un buen culo. Nunca se interesó especialmente por pelirrojas con pecas, pero esta era irresistible para él.

Cuando conoció a Ana, Tomás no paraba de pensar en números y porcentajes. Tenía un dilema que resolvió fallando que esa noche su vida se iba a medir por porcentajes, y no tardó mucho en decidirlo. No llamo a Mara ni vaciló, ni siquiera se alejó un momento para planteárselo, ni se preguntó a si mismo si estaba seguro de lo que hacía. Sabía lo que hacía y estaba deseando hacerlo. Y jamás se arrepintió. 

Esa noche descubrió su gusto por el pelo rojo, por las mujeres que dan el primer paso y por el morbo de lo prohibido. No hicieron nada fuera de lo normal, pero para Tomás fue una noche que recordaría hasta el fin de sus días. Esa noche descubrió lo mucho que a Ana le gustaba ser la otra.

Mara estaba de viaje con amigos de la facultad. Se habían puesto las mochilas y recorrían la costa con tiendas de campaña, acampando donde pillaban y duchándose en las duchas de la playa. Todas las noches le mandaba a Tomás fotos y mensajes siempre que podía cargar el móvil en los baños de algún bar. Se sentía fatal, a él le habían quedado dos y tenía que pasar agosto en su ciudad, estudiando para 
septiembre, pero ella se había ganado sus vacaciones, así que se fue por ella y para no distraerle. 

Casa noche él le contestaba, sin falta, a lo largo de la noche o al despertar por la mañana. Él era ese tipo de novio rutinario. 

Esa noche en que Ana y Tomas se conocieron, Mara no recibió contestación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario