lunes, 25 de abril de 2016

New York

Hace tres días cogí a mi churumbel, le dije adiós al guiri y me vine a España. Aaunque no para quedarme. A mi enano lo tienen que conocer tíos y abuelos, además de una larga lista de tíos postizos, así que aquí estoy. Sol, sangría y fiesta. Una guiri más.

El caso es que en una habitación de lactancia del aeropuerto surgió una conversación con una que iba para Barcelona a lo mismo que yo. Cuando supo que iba sola, preguntó:

- ¿Y el no se ha cogido vacaciones para presentarle el niño a su familia?
- Sí, pero es que su familia no es española, son alemanes, así que iremos más adelante y claro que él le va a presentar el niño a su familia.
- ¡Alemán! ¿Y qué? Lo conocistes de erasmus, ¿no?
- No, lo conocí en Nueva York.

A continuación todo el mundo se monta una película romántica de chica conoce a guiri paseando por el puente de Brooklyn, lo dejan todo por amor y tienen un bebé y que bonito todo. Pero esa no es la realidad. 

El guiri y yo coincidimos en el hostal más horrible y barato de toda la ciudad, el estaba allí estudiando un semestre y yo... yo pensando a ver que hacía con mi vida. El caso es que la primera noche que pasé allí, llegué al hostal y había una fiesta. ¿Vi a mi guiri y fue un flechazo? De ninguna manera, lo vi, pensé que estaba muy interesante el muchacho y que que pena, que era muy jovenzuelo para mi. Y me fijé en otro. Así tal cual lo confieso. A dios gracias que el otro no me miró dos veces. 

El caso es que a los pocos días el otro se fue y con el todos los de la fiesta, y quedamos el guiri, un indio y yo. Y ese trio de nuevos por Nueva York nos dedicamos a viajar, salir y conocer mil sitios juntos durante tres meses. 

En ese tiempo, el guiri me fue pareciendo más guapetón y simpático. Total, 3 años de diferencia no son para tanto y el siempre quería hacer cosas y quedar. Al parecer estaba mandando las señales más sutiles de la historia, pero yo acostumbrada al cabestro ibérico medio de este nuestro país no pillaba ni una. 

El guiri, en su germana corrección, no miraba culos o escotes ni mios ni de nadie. Fuimos a un restaurante cuyo reclamo eran precisamente los culos y camisetas estrechas de las camareras, y mientras el indio babeaba, el guiri miraba a su plato y mantenía la conversación en la mesa (al parecer miró, pero no me enteré). 

El caso es que eso, además de no mencionar a ninguna compañera de clase, no hablar de ninguna ex  y no mencionar ninguna novia esperándole en Alemania, solo me condujo a la única conclusión posible: es gay. Por lo que por supuesto debía confirmarlo. 

Me pasé alrededor de un mes intentándolo de manera sutil: "mira que culo tiene ese", "que conjunto más mono", "pues tengo unos amigos gays en España más guapos...". Pero ni caso, ninguna reacción.

Una noche que estábamos el y yo solos paseando por Central Park, se me quedó mirando un segundo más largo de lo normal, pero no era una señal concluyente y comiendo una hamburguesa en un sitio muy chachi decidí proceder a pesar del riesgo a meter la pata de manera fulminante. 

- Guiri, ¿te puedo hacer una pregunta personal?
- Claro, dime.
- A ver. ¿Eres gay?- Al guiri se le cayó la hamburguesa de las manos y me miró con una expresión de sorpresa e indignación que era obvia hasta para mi. 
- No. 
- Ah, vale. Muy bien. 

No habló en un rato y acabó pidiendo una explicación. Yo se la dí pensando en lo raros que son estos guiris y que lo mio no son las investigaciones sutiles. 

El caso es que al mes yo me volví y él se echó una novia allí que dejó al volver a Alemania. Y claro, me pidió consejos a mi ante los nervios de verla y así las señales sutiles las mandé a tomar viento. Así que la película idílica romántica a lo Julia Roberts fue más propia de Woody Allen en Sueños de un Seductor que otra cosa. 


1 comentario:

  1. Me parto con tus historias. Vaya sutileza la tuya, pobre guiri.

    Ha faltadoun "continuará", porque es evidente que lo suyo con la novia esa no llegó a ninguna parte...

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